[...]
Y es que la libertad de
expresión no ha producido una dialéctica enriquecedora, sino el rebaje a un
miserable parloteo, plagado de lugares comunes, donde todos se han obligado,
merced al diabólico mecanismo de la autocensura, a batirse en un terreno de
juego que a base de concesiones ha pasado de ser un estadio olímpico a
convertirse en un armario empotrado. Al campo le han puesto puertas,
alambradas, paredes y techo, sobre todo techo.
[...]
( Jose
María Izquierdo, El país, “Elogio del panfleto y reivindicación de la
demagogia”, 7 de febrero de 1986, pp. 11 y 12).
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