De buenas a primeras, el tÃtulo de esta entrada puede
escandalizar al lector. ¿Quién serÃa capaz de asesinar por diversión? Muy
sencillo, si nos dejáramos ya de insidiosos eufemismos y empezáramos a llamar a
las cosas por su nombre, desenmascararÃamos a más de uno. SÃ, porque resulta
que a la muerte de un animal a manos de un ser humano se le llama caza e
incluso se endulza denominándola “caza deportiva”. En cambio, a la muerte de un
ser humano a manos de un igual se le llama asesinato. Aunque, sà que es cierto,
en algunos casos “reales”( interprete cada uno a su libre albedrÃo) se maquilla
con la expresión “muerte accidental”. Pero voy a ir todavÃa más lejos y es que
a la muerte de una persona a manos de un animal, se la califica también de
asesinato (aunque implÃcitamente), ¿irónico verdad?
Nuestra escala de valores se balancea de un lado a otro
según nuestra conveniencia: asà la moralidad resulta muy útil. La “caza” dejó
de suponer una necesidad en tanto en cuanto desarrollamos la ganaderÃa y la
agricultura en su máximo grado, pasando a convertirse más en un acto reprobable
y atroz. Bien es cierto que existen excepciones de culturas apartadas de
nuestra noción de “progreso” que han practicado y siguen practicando la caza
por necesidad. Pero, en el momento en el que dicha actividad pasa a
considerarse prescindible, su mantenimiento no obedece a causas estrictamente
biológicas. Sus motivaciones pueden ir desde el caprichoso e insensible gusto(alimenticio u ornamental) hasta el simple entretenimiento. La caza, al abandonar el estadio de la necesidad,
se ha apartado de la concepción mÃstica y reverencial de la presa (propia de la
prehistoria): a lo superfluo no se le puede valorar del mismo modo que a lo
imprescindible. Se ha llegado hasta el extremo de cosificar a la vÃctima, de
considerarla un trofeo, un objeto y no un ser vivo con identidad propia, al que
se le sacrifica en pos de la mera supervivencia. De esto sabÃan mucho los
indios de las Américas, pues sabÃan agradecer, no sin pena, el regalo de la
existencia a los espÃritus de la naturaleza, honrando no sólo el sacrificio,
sino también la vida en su máxima expresión.
Realmente, es tal la perversión humana, que algunos son
capaces de encontrar un divertimento en dar muerte a un animal o en torturarle
hasta la extenuación. Suelo decir que el que práctica la caza por “deporte” o
“afición” es un potencial asesino humano. Para decir esto me baso en la
catalogación del sadismo, es decir, el disfrute con el sufrimiento ajeno, como
sÃntoma agudo de una psicopatÃa. Constantemente, nos vanagloriamos de nuestra
preeminencia como especie e incluso nos clasificamos como una especie aislada
del reino animal. Pero ni mucho menos nuestros alardes se corresponden con la
realidad, pues, a menudo, somos presas de nuestros instintos más bajos y
nuestras pasiones más ruines. Tantos siglos de “evolución” para llegar a tales
niveles de degeneración apuntan a una cuestión: no todo desarrollo es camino de
perfección.
“Un paÃs, una civilización se puede juzgar por la forma en
que trata a sus animales”( Mahatma Gandhi).
Mientras se siga disfrutando de este tipo de comportamientos viviremos en un paÃs enfermo y arcaico, atrasado. Toros, caza, lanceo, encierros... PaÃs de súbditos bárbaros.
ResponderEliminarArcaico sÃ, pero atrasado no. Todo lo contrario, estas prácticas son muy de nuestro tiempo: vivimos en la ciudad de la muerte, donde se rinde culto a la muerte, despreciando la vida. Y todo gira en ese sentido... Para nosotros tiene más valor el último modelo de un coche de lujo que una simple persona de a pie e, igualmente, tiene más valor una cabeza disecada que un animal correteando libremente con todo su vigor y garbo... Yo a eso lo llamo insania.
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