lunes, 23 de abril de 2012

Asesino por Diversión


De buenas a primeras, el título de esta entrada puede escandalizar al lector. ¿Quién sería capaz de asesinar por diversión? Muy sencillo, si nos dejáramos ya de insidiosos eufemismos y empezáramos a llamar a las cosas por su nombre, desenmascararíamos a más de uno. Sí, porque resulta que a la muerte de un animal a manos de un ser humano se le llama caza e incluso se endulza denominándola “caza deportiva”. En cambio, a la muerte de un ser humano a manos de un igual se le llama asesinato. Aunque, sí que es cierto, en algunos casos “reales”( interprete cada uno a su libre albedrío) se maquilla con la expresión “muerte accidental”. Pero voy a ir todavía más lejos y es que a la muerte de una persona a manos de un animal, se la califica también de asesinato (aunque implícitamente), ¿irónico verdad?


Nuestra escala de valores se balancea de un lado a otro según nuestra conveniencia: así la moralidad resulta muy útil. La “caza” dejó de suponer una necesidad en tanto en cuanto desarrollamos la ganadería y la agricultura en su máximo grado, pasando a convertirse más en un acto reprobable y atroz. Bien es cierto que existen excepciones de culturas apartadas de nuestra noción de “progreso” que han practicado y siguen practicando la caza por necesidad. Pero, en el momento en el que dicha actividad pasa a considerarse prescindible, su mantenimiento no obedece a causas estrictamente biológicas.  Sus motivaciones pueden ir desde el caprichoso e insensible gusto(alimenticio u ornamental) hasta el simple entretenimiento. La caza, al abandonar el estadio de la necesidad, se ha apartado de la concepción mística y reverencial de la presa (propia de la prehistoria): a lo superfluo no se le puede valorar del mismo modo que a lo imprescindible. Se ha llegado hasta el extremo de cosificar a la víctima, de considerarla un trofeo, un objeto y no un ser vivo con identidad propia, al que se le sacrifica en pos de la mera supervivencia. De esto sabían mucho los indios de las Américas, pues sabían agradecer, no sin pena, el regalo de la existencia a los espíritus de la naturaleza, honrando no sólo el sacrificio, sino también la vida en su máxima expresión.


Realmente, es tal la perversión humana, que algunos son capaces de encontrar un divertimento en dar muerte a un animal o en torturarle hasta la extenuación. Suelo decir que el que práctica la caza por “deporte” o “afición” es un potencial asesino humano. Para decir esto me baso en la catalogación del sadismo, es decir, el disfrute con el sufrimiento ajeno, como síntoma agudo de una psicopatía. Constantemente, nos vanagloriamos de nuestra preeminencia como especie e incluso nos clasificamos como una especie aislada del reino animal. Pero ni mucho menos nuestros alardes se corresponden con la realidad, pues, a menudo, somos presas de nuestros instintos más bajos y nuestras pasiones más ruines. Tantos siglos de “evolución” para llegar a tales niveles de degeneración apuntan a una cuestión: no todo desarrollo es camino de perfección.

“Un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales”( Mahatma Gandhi).

2 comentarios:

  1. Mientras se siga disfrutando de este tipo de comportamientos viviremos en un país enfermo y arcaico, atrasado. Toros, caza, lanceo, encierros... País de súbditos bárbaros.

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    1. Arcaico sí, pero atrasado no. Todo lo contrario, estas prácticas son muy de nuestro tiempo: vivimos en la ciudad de la muerte, donde se rinde culto a la muerte, despreciando la vida. Y todo gira en ese sentido... Para nosotros tiene más valor el último modelo de un coche de lujo que una simple persona de a pie e, igualmente, tiene más valor una cabeza disecada que un animal correteando libremente con todo su vigor y garbo... Yo a eso lo llamo insania.

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