Como suele decirse que una imagen vale más que mil palaras, considero
interesante repasar la posición ocupada por los sindicatos mayoritarios durante
la manifestación. En este caso, me refiero en sentido literal, pues hay
ocasiones en las que los actos o circunstancias nos revelan lo que las palabras
intentan disimular. El estrado en el que se situaron los lÃderes sindicales
contrastó con la orientación de su discurso populista. Sigue existiendo una
distancia sideral entra las necesidades obreras y las actuaciones sindicales.
No se puede pretender que una simple huelguita
(como si de un dolor de muelas se tratara) solucione los recortes en materia de
derechos laborales. Es como pensar que una mera aspirina nos pueda curar un
cáncer cerebral (imposible no es, verdaderamente). Si queremos extirpar el tumor
maligno actual debemos ser, en primeria instancia, inteligentes y, por último,
valientes, sufridores y perseverantes. Inteligentes para diseñar una estrategia
que nos devuelva el poder huelguÃstico en particular y el poder socioeconómico
en general. Porque no nos olvidemos de que el verdadero poder reside en el
pueblo (no es sólo una frase bonita) aunque ahora esté detentado por
“profesionales de la polÃtica”. Nuestra indefensión y dependencia no es tal,
sólo existe en apariencia y a causa de nuestra voluntad de delegar
continuamente. Una de nuestras delegaciones censurables, como no podÃa ser de
otra manera, ha propiciado la aparición de estos impostores sindicales. Lo que deberÃa de haber
sido punto de encuentro y toma de responsabilidades por parte de una ciudadanÃa
activa, se convirtió en servil adulación e indolencia a partes iguales. Y ése
no es el camino.
No me gusta simplificar
la realidad hablando de éxito o fracaso, como si fueran las dos únicas opciones
posibles. Pero de entrar en este juego valorativo, he de decir que la jornada
no ha sido un éxito en lo que a cifras se refiere: 5.273.600 deberÃan de haber
acudido por decreto a las manifestaciones, más todos los jóvenes no computados
como población activa, todos los trabajadores concienciados con la situación, todos los que desempeñan trabajos precario y
un largo etc. Tampoco lo ha sido en cuanto a repercusión generada, la campaña
de desprestigio por parte de los mass-media ha hecho mella, sumando a ello la
ignominia a la que el gobierno sometió la jornada. En cambio, si hablamos de
sensaciones sà que ha sido bastante halagüeña. Parece que muchas personas
empiezan a despertar del letargo en el que estaban sumidas. Eso sÃ, las causas
quizás no sean las más elogiables. Sigo percibiendo una unidad disociativa, es
decir, unión de intereses circunstanciales o, en román paladino, egoÃsmo puro y
duro: cuando mejore la situación económica de algunos se apaciguarán los ánimos
generales. Existe mucha protesta superficial, exigiendo una mejora de la
situación actual sin ahondar en los motivos reales. Se busca restaurar y
reconstruir en vez de innovar y revolucionar. Y eso se traduce en lo de
siempre: pan para hoy y hambre para mañana. Esta crisis no es una crisis
económica a secas, es una crisis sistémica y, en mayor medida, de los valores
propugnados por dicho sistema. Si no se dinamitan los antiguos cimientos, todo
cambiará para no cambiar.
En un perÃodo recesivo,
por norma general, todo tiende a contraerse y reducirse, excepto dos fuerzas:
la polÃtica y la militar (englobando dentro de ésta, a las fuerzas de
“seguridad” policial). La primera, paradójicamente, suele presentarse como mesÃas cuando, en realidad, ha sido cómplice
de la debacle: mismos perros pero con diferente collar. La segunda no sólo
conserva su relevancia sino que la aumenta, en pos de la supervivencia de las
decrépitas y cuestionadas estructuras del régimen: cuando el hambre aprieta,
las zanahorias desaparecen y los palos se multiplican (¡qué generosidad!).
Archivo:
Lo dicho… Porras,
armas de fuego, escudos y…. seguridad jurÃdica o, mejor dicho, supremacÃa
jurÃdica. Estado de derecho claro, derecho a recibir palos y ser condenado por
ello. Y derecho te llevan, porque como te tuerzas un poquito…
Según la notica
anterior, toda esta gente estarÃa condenada a una pena de uno a seis años por
¡resistencia pasiva!( ¿ y qué pasará cuando sea la propia policÃa la que
provoque los altercados, como sucede en este caso, con su actitud chulesca y
desafiante?):
Terrorismo sÃ,
pero de(l) Estado (contra el ciudadano): http://www.20minutos.es/noticia/1357993/0/reforma-legal/equiparar/vandalismo-callejero-terrorismo/
¿Una canallada
sindical? Si fuera cierto, serÃa la gota que colma el vaso (ver último
párrafo):
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