sábado, 14 de abril de 2012

Reflexiones Huelguísticas



Como suele decirse que una imagen vale más que mil palaras, considero interesante repasar la posición ocupada por los sindicatos mayoritarios durante la manifestación. En este caso, me refiero en sentido literal, pues hay ocasiones en las que los actos o circunstancias nos revelan lo que las palabras intentan disimular. El estrado en el que se situaron los líderes sindicales contrastó con la orientación de su discurso populista. Sigue existiendo una distancia sideral entra las necesidades obreras y las actuaciones sindicales. No se puede pretender que una simple huelguita (como si de un dolor de muelas se tratara) solucione los recortes en materia de derechos laborales. Es como pensar que una mera aspirina nos pueda curar un cáncer cerebral (imposible no es, verdaderamente). Si queremos extirpar el tumor maligno actual debemos ser, en primeria instancia, inteligentes y, por último, valientes, sufridores y perseverantes. Inteligentes para diseñar una estrategia que nos devuelva el poder huelguístico en particular y el poder socioeconómico en general. Porque no nos olvidemos de que el verdadero poder reside en el pueblo (no es sólo una frase bonita) aunque ahora esté detentado por “profesionales de la política”. Nuestra indefensión y dependencia no es tal, sólo existe en apariencia y a causa de nuestra voluntad de delegar continuamente. Una de nuestras delegaciones censurables, como no podía ser de otra manera, ha propiciado la aparición de estos  impostores sindicales. Lo que debería de haber sido punto de encuentro y toma de responsabilidades por parte de una ciudadanía activa, se convirtió en servil adulación e indolencia a partes iguales. Y ése no es el camino.

No me gusta simplificar la realidad hablando de éxito o fracaso, como si fueran las dos únicas opciones posibles. Pero de entrar en este juego valorativo, he de decir que la jornada no ha sido un éxito en lo que a cifras se refiere: 5.273.600 deberían de haber acudido por decreto a las manifestaciones, más todos los jóvenes no computados como población activa, todos los trabajadores concienciados con la situación,  todos los que desempeñan trabajos precario y un largo etc. Tampoco lo ha sido en cuanto a repercusión generada, la campaña de desprestigio por parte de los mass-media ha hecho mella, sumando a ello la ignominia a la que el gobierno sometió la jornada. En cambio, si hablamos de sensaciones sí que ha sido bastante halagüeña. Parece que muchas personas empiezan a despertar del letargo en el que estaban sumidas. Eso sí, las causas quizás no sean las más elogiables. Sigo percibiendo una unidad disociativa, es decir, unión de intereses circunstanciales o, en román paladino, egoísmo puro y duro: cuando mejore la situación económica de algunos se apaciguarán los ánimos generales. Existe mucha protesta superficial, exigiendo una mejora de la situación actual sin ahondar en los motivos reales. Se busca restaurar y reconstruir en vez de innovar y revolucionar. Y eso se traduce en lo de siempre: pan para hoy y hambre para mañana. Esta crisis no es una crisis económica a secas, es una crisis sistémica y, en mayor medida, de los valores propugnados por dicho sistema. Si no se dinamitan los antiguos cimientos, todo cambiará para no cambiar.

En un período recesivo, por norma general, todo tiende a contraerse y reducirse, excepto dos fuerzas: la política y la militar (englobando dentro de ésta, a las fuerzas de “seguridad” policial). La primera, paradójicamente, suele presentarse como  mesías cuando, en realidad, ha sido cómplice de la debacle: mismos perros pero con diferente collar. La segunda no sólo conserva su relevancia sino que la aumenta, en pos de la supervivencia de las decrépitas y cuestionadas estructuras del régimen: cuando el hambre aprieta, las zanahorias desaparecen y los palos se multiplican (¡qué generosidad!).


Archivo:

Lo dicho… Porras, armas de fuego, escudos y…. seguridad jurídica o, mejor dicho, supremacía jurídica. Estado de derecho claro, derecho a recibir palos y ser condenado por ello. Y derecho te llevan, porque como te tuerzas un poquito…

Según la notica anterior, toda esta gente estaría condenada a una pena de uno a seis años por ¡resistencia pasiva!( ¿ y qué pasará cuando sea la propia policía la que provoque los altercados, como sucede en este caso, con su actitud chulesca y desafiante?):


¿Una canallada sindical? Si fuera cierto, sería la gota que colma el vaso (ver último párrafo):

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