viernes, 9 de marzo de 2012

Irresponsabilidad Manifiesta, Responsabilidad Compartida y Responsabilidad Ilegítima

Para poder apreciar con cierto rigor la deformación semántica de una palabra y, por tanto su realidad, suele resultar útil acudir a su etimología. En este caso, para conocer el significado original de la palabra “sociedad”. Proveniente del latín “sociĕtas, -ātis”, significa “compañerismo, asociación, unión”. ¿Cumple nuestra sociedad actual con estas características? Indudablemente, no.

El sistema social sobrevive gracias a unas relaciones regidas por los convencionalismos, por las leyes jurídicas, por el tribalismo(es decir, la pertenencia a un grupo exclusivo) y, sobre todo, por los intereses económicos. La superficialidad se ha adueñado de las relaciones sociales. Si ya resultaba evidente el distanciamiento entre diferentes grupos sociales, ahora entre pares sucede lo mismo. La interacción se produce, pero de manera forzosa y artificial. Nunca hemos estado tan cerca unos de otros y, paradójicamente, tan lejos. Vivimos en un mismo bloque de edificios, compartiendo paredes, pero ni nos dirigimos la palabra ni siquiera la mirada.

Por si fuera poco, hemos abandonado nuestra soberanía (y no delegado) en manos ajenas y distantes. Hemos renunciado al derecho de gobernar, por nosotros mismos, nuestra vida. En resumen, hemos renunciado al autogobierno. Nos hemos vuelto idiotas (ἰδιώτης), si alguna vez lo habíamos dejado de ser. Y yo, a estos dos hechos (idiotez y desafección), los llamo “irresponsabilidad”. Si aceptamos la circunstancia de vivir en sociedad, es decir, de vivir en conjunto, hemos de asumir las condiciones inherentes a ésta. Aquí no caben medias tintas. Todo lo demás, es picaresca, parasitismo y arribismo.

La convivencia verdadera implica solidaridad, esfuerzo y compromiso, entre otras cosas. La solidaridad significa colaborar en la obtención de un bien común. Es decir, la agrupación debe tener como principal fin la facilitación de la vida a nivel individual. Dividir la carga de trabajo entre varias fuerzas facilita la labor, se podría decir. Y esto se hace posible gracias a la convergencia de objetivos comunes (todos debemos comer, todos usamos ropa…etc) y al esfuerzo compartido. Esfuerzo derivado de la voluntad de acción, o sea, del deseo de hacer algo por el conocimiento de su importancia para el grupo. Por otro lado, se hace necesario un compromiso  sincero  con la vida social. Un compromiso de perseguir el bien común y de ser partícipe directo en su conquista. Sintetizando, participar en la vida política de manera real y efectiva. Para que todo esto se haga posible, se requiere un sentimiento de unión: unos lo llaman amor; otros, amistad; otros, cariño; otros, ternura; otros, compañerismo…etc. Sin este sentimiento no podemos operar como una sociedad consciente de su cohesión. Si yo no veo que el sufrimiento económico de una persona, se puede deber a mí excesivo poder adquisitivo… Si yo no veo que la economía es una balanza, y que el que se sitúa en el platillo de arriba es a costa del de abajo… En este caso, nos estamos comportando de manera egoísta, es decir, primando nuestro bienestar individual por encima del colectivo, aun con su perjuicio.

De todo lo comentado anteriormente, se infiere que no hemos cumplido nuestros deberes como sociedad. La crisis, oímos a menudo, es culpa de políticos y banqueros. Y no les falta razón a esas gentes, pero no es de recibo eludir responsabilidades. Y al formular esa afirmación, se está incurriendo en ello.  Los estamentos políticos, como representantes del Estado, es evidente que han ignorado su cometido primordial, el de gobernar el pueblo de manera justa. De igual manera, los bancos, como cabezas visibles de la economía, han promovido un capitalismo voraz e imparable. Pero debemos seguir depurando responsabilidades. La sociedad, en sentido general, desde los estratos más altos a los más bajos, ha permitido desde la indiferencia su consumación. Ha sido cómplice, de forma directa o indirecta, del delirio capitalista. ¿Cómo? Dando rienda suelta al consumo desorbitado, cediendo sus responsabilidades políticas en manos desconocidas, ignorando los hechos, participando en sus mecanismos…etc. Hemos sido víctimas y verdugos simultáneamente: nuestra desgracia actual ha sido causado por nuestros propios actos. Y si se quiere ser justo con el pasado o, lo que es más importante, con el presente, se ha de asumir el grado de culpabilidad correspondiente.

Y en esas estamos, si se quiere ser justo con la realidad, se ha de luchar, de forma impetuosa, por solventar esta situación. Se ha de asumir la cuota de soberanía perteneciente a cada persona y empezar a dirigir, cada uno, sus propias vidas en conjunto, es decir, como sociedad. Sino es así, mi generación y las subsiguientes nos convertiremos en los hijos bastardos del capital. Se nos enviará un mensaje equivocado de justicia, y se nos hará pagar por los pecados que no hemos cometido. Y no sólo las generaciones venideras pagaremos por unos crímenes ajenos, sino también todas aquellas personas que desde su modesto estrado han predicado contra las malas artes de este sistema socioeconómico, pero que lo han hecho en el desierto, para su desgracia eterna. Como conclusión, una advertencia: Si queremos que el futuro no sea un reflejo funesto del pasado, debemos empezar a comportarnos como sociedad y asumir nuestra responsabilidad.

Por último, un discurso que, aunque sea ficticio, ahora más que nunca demuestra su vigencia:



6 comentarios:

  1. Pues habrás arreglado los feed, pero a mí este tema no me había salido. Sí que me salió, en cambio, el de los sindicatos (no te había ocmentado nada porque, como verás, no tengo tiempo ni de comentar en el mío, llevo semanas totalmente desbordado).

    En tu discurso, muchas cosas de las que escribes, te refieres a un valor, casi una forma de comprender el mundo, que podemos resumir con el tercer punto del lema revolucionario: fraternité.

    En modo alguno quisiera censurarte por ello, antes bien, demuestra la gran personas que eres. Yo, en cambio, soy mucho más cínico. Creo que las personas, las sociedades, se mueven por impulsos más básicos. Podríamos pensar que lo hacen por interés, pero ojalá fuera así. Si los trabajadores identificasen correctamente su interés, interés del más inmediato y prosaico, interés económico, dinerito puro y duro.

    Pero ni aún así.

    Los pueblos se mueven por instintos más básicos, casi animales. El gregarismo, la identificación con símbolos, el rechazo al y a lo desconocido...

    De todas formas, no me parece pertinente hablar de amor en un sistema social. Si hay amor, sobran leyes. La cuestión es que no siempre puede surgir el amor. Entonces, necesitamos de una estructura formal que nos permita convivir incluso entre los que no nos soportamos.

    Te pongo un ejemplo: a mí me puede caer muy mal el vecino del quinto. Pero si éste se queda en el paro, hay una cosa llamada Estado, que no se regula por principios de amor sino de justicia y equidad social (bueno, jejejeje, debería) que le conceden una prestación por desempleo. Independientemente de que me caiga bien o no.

    Evidentemente, si es mi compañera la que se queda sin empleo, no hace falta que exista una estructura que me fuerce a ayudarla. Lo hago por amor. Pero el Estado tiene que ir más allá del afecto entre los ciudadanos.

    Vamos, que hablar de amor en política, simplemente no procede.

    Lo siento, soy un mal bicho....

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    1. Va, estoy harto del maldito feed. Funciona cuando le da la real gana. He perdido muchas horas intentando arreglarlo, ya desisto....

      Bueno, al lío. Estamos hablando, pero no nos entendemos. Tú hablas de una clase de amor y yo de otro. Tú te refieres al amor erótico y yo me refiero al amor entendido como "conciencia del tú en relación con el yo y el mundo", es decir, un sentimiento de unión que trasciende la esfera de lo personal. Un sentimiento común a todos los seres del planeta, un sentimiento "humanista". Si no nos sentimos unidos como sociedad, si no actuamos como un todo para preservar al individuo( aunque parezca contradictorio)estaremos incurriendo una y otra vez en los mismos fallos. Por supuesto, cuanto mayor sea este sentimiento, menores serán las leyes jurídicas. Por ejemplo, si yo soy consciente de la importancia que tiene para ciertas personas la percepción de la prestación por desempleo( porque soy empático, me pongo en su lugar, obraré de tal forma que el hecho de pagar los impuestos no me resulte una molestia, al contrario. En cambio, si yo soy un ególatra que sólo mira por sus intereses más primarios, intentaré, por todos los medios, evadir estos impuestos( algo que sucede actualmente). En resumen, la ley siempre va a tener resquicios, en cambio los valores no. Los valores orientan a la persona de forma voluntaria, mientras que las leyes lo obligan. Y ahí surge el conflicto.

      Política y "amor", van más unidas de lo que te parece. Con todo esto no digo que no deban existir leyes. Ése es el fin hacia el que deberíamos mirar, el de la "convergencia moral", pero sabiendo que nunca va a ser logrado( definición de utopía).

      Al respecto, como sé que es un autor que te gusta bastante, te recomiendo dos libros de Erich Fromm: "El arte de amar" y "El humanismo como utopía real". En el primero no te dejas llevar por prejuicios, porque su título puede dar lugar a equívocos. Es un buen análisis de las relaciones humanas y sus características. El segundo, como su nombre indica, es una colección de conferencias y escritos enfocados desde una perspectiva humanista. Una solución a la crisis que impera, que no empezó en 2008, sino que viene de lejos.

      Un saludo compañero( y gracias por pasarte)!

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  2. ¡Yo no me refería necesariamente al amor erótico! Y sí, sí que me he leído El arte de amar. También el de Ovidio, por eso. El del humanismo no, mira.

    No es empatía, sino generosidad, lo que te lleva a ver la necesidad de que la sociedad proteja a sus miembros. No puedes hablar de empatía cuando a la mayoría de esas personas, simplemente, no las conoces, no tienes relación ninguna.

    Creo que entiendo lo que dices, tronk. Es necesario un sentimiento de solidaridad intergrupal, de pertenencia a un todo, que es la sociedad, la humanidad, el planeta, al cual pertenecemos y al que estamos necesariamente unidos (pero sin amenazar nuestra individualidad ni libertad, como ocurre en los totalitarismos). Sentir amor por los demás.

    Pues si es por eso, vengo bastante deprimido, porque en todo el finde que he estado fuera (por Segovia), me he encontrado gestos malencarados y desconfiados. En Francia, no sé si serán imaginaciones, pero hay otra relación, otro gesto. De respeto entre ciudadanos, más que de desconfianza entre vasallos, que es lo que me encuentro aquí.

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    1. Bueno, al final, como ya te comente en otra ocasión, el término a utilizar es lo de menos: lo importantes es la idea que contenga. Tú lo llamas generosidad y yo, empatía y no pasa nada porque nos entendemos. Además, casualmente tuve una conversación este fin de semana con un profesor de la Uni. en la que establecía la diferencia entre simpatía y empatía. La empatía sería imaginar lo que siente el otro pero conservando las distancias, mientras que la simpatía implicaría sentir lo mismo que la otra persona. Y lo ilustraba con una metáfora graciosa: "Van dos amigos caminando por la selva y uno de ellos, desafortunadamente, se cae en una zona de arenas movedizas. Si su amigo siente empatía por él, intentará sacarlo de allí utilizando una cuerda o liana, pero si siente simpatía se ahogarán juntos".
      No hace falta conocer a una persona de manera directa, para "ponerse en lugar", es decir, imaginarse en que circunstancias vive.

      Y sí, es a eso a lo que me refería.

      Lo peor de todo es que esto es cada vez más habitual en zonas de montaña, donde se supone que acuden otro tipo de personas con diferentes "sensibilidades" al resto. Se están generalizando alarmantemente este tipo de conductas. A mí, los vascos son los que mejor rollo me dan en la montaña la verdad. Y lo poco que vi de los franceses en montaña me agradó, no así en París.

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  3. Cagon la...no está el libro de Fromm en la mulita. Al menos no en castellano (y en alemán sólo sé decir buenos días, buenas tardes, adiós y algunos ingredientes para saber qué coño voy a comer ;) ).

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    1. Es una pena, estuve indagando ayer por la web pero sólo encontre una "vista previa" del libro. Yo, con los libros, soy un poco fetichista. Me gusta tenerlos en formato papel, con su encuadernación y demás. Sería incapaz de leer, a gusto, uno en el ordenador y menos en un ebook. De todos modos, te recomiendo comprarlo, merece la pena. Pero claro, eso ya es a gusto del consumidor...

      Un abrazo!

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