A veces,
me siento como un
palestino.
Extranjero en mi
tierra
desconocido para el
vecino.
Extraño para mi gente
y también para mi
suelo
que me tacha de
diferente.
Indiferentes
se muestran mis
conciudadanos
al oír, a menudo,
Las bombas de la
política
explosionar
de aquí al
extrarradio.
Inmolaciones,
detenciones
se suceden
a cada
momento,
sin servir
de
escarmiento
para el resto.
Siento como mis
derechos
son mermados
por unos pocos
que viven a mi lado
y quieren vivir a mi
costa
pero sin bloqueo
como en Gaza.
Prohíben mi credo
y censuran todo
aquello
en lo que creo.
Pervierten mis
derechos
y aniquilan cualquier
deseo.
Imponen sus normas
y también sus
principios
sin aceptar la
disensión.
Encerrando cualquier
opinión
diferente a la propugnada
por la nación.
diferente a la propugnada
por la nación.
Siento que han
erigido un muro
que me separa de mis
hermanos
que impide que mi voz
sea escuchada
y que pueda tender ,al
maltratado, la mano.
Que me encierra en mi
casa
y me condena a una
libertad cercenada.
Que me dice tú no
vales
y me escupe en la
cara.
Siento que mi vida
espiritual
ya no vale nada.
porque sólo cuento
,como una máquina,
para desempeñar
la función
que sea necesaria.
Y si no la hubiera,
harían que sintiera
que mi vida
es un infierno,
que no merece la pena
y que sería mejor
que me esfumara
y desapareciera.
Sin dejar rastro
de mi paso.
Siento que mi
religión
ha sido profanada.
Mi templo derruido
y mis oraciones
rechazadas.
Que mi Dios
ha sido derrocado
y mi profeta
encadenado.
Todo por un ídolo
desnudo y vacío.
Por el que muchos
se ciegan
con sólo mirarlo.
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